Fue mágico subir al faro por aquel camino tortuoso a oscuras, rodeados de personas que iban a celebrar con la naturaleza el nuevo año. El faro iluminaba a medias el camino, con su secuencia única para diferenciarse de los demás. Arriba esperaban los cadaquenses y cadaquensas con sus sardanas acompañadas del inconfundible son de las grallas, recibiéndote con un vaso de chocolate caliente.
Algunos centenares de personas, de todas las edades, mirando al horizonte, con abrigos y mantas, de pie o sentados en la roca, todos con la mirada llena de una ilusión parecida a la de los niños la noche de reyes.
Espetábamos al sol a las 8:15, pero por las nubes que también querían parte del protagonismo, no fue hasta las 8:26 cuando pudimos verle tímido, ante la muchedumbre, asomarse por un resquicio entre las nubes.
Todos sonreímos y se oyeron “oooooohs” mientras inmortalizábamos el momento con cámaras y móviles; aunque ninguna imagen mostrará la emoción contenida aquellos 11 minutos.
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